Comenzamos el Triduo Pascual, con una Iglesia Catedral colmada de feligreses, el Miércoles Santo, 28 de marzo, a las 19:30 se celebró, como cada año, la solemne Misa Crismal; Eucaristía en la que los presbíteros renovaron, públicamente ante el Pueblo de Dios y delante del Obispo. La Misa Crismal, es una de las principales expresiones de la plenitud sacerdotal del Obispo, como signo de la unión estrecha con su clero.
Esta ceremonia, reviste una mayor connotación para los católicos, ya que se consagran los santos óleos para la unción de los enfermos y se confecciona el Santo Crisma, con el que los nuevos bautizados serán incorporados al sacerdocio real y profético de Cristo.
Este año, la celebración de la Misa Crismal estuvo marcada con el recuerdo de la visita del Santo Padre, el Papa Francisco, y el desafío de meditar y poner en práctica las palabras que nos dejó; así como por la preparación del Congreso Eucarístico Nacional, que convocará a la Iglesia chilena en Noviembre.
Palabras que los asistentes valoraron y agradecieron:
En su homilía el Obispo destaca el evangelio y palabras del Papa Francisco en su visita a Chile, (extractos) en la que se hace un llamado “a no esconder nuestras llagas, pues una Iglesia con llagas es capaz de comprender las llagas del mundo de hoy; hacerlas suyas, sufrirlas, acompañarlas y buscar sanarlas. Una Iglesia con llagas no se pone en el centro, no se cree perfecta, si no que pone allí, al único que puede sanar todas las heridas y tiene un nombre, Jesucristo”.
Ante la atenta mirada de su clero y la feligresía, el Obispo continúa, “en Jesús, nuestras llagas son resucitadas, Él nos hace ser solidarios, nos hace ser una Iglesia que es gloriosa, por ser su historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa”.
“El pueblo de Dios, no espera ni necesita de nosotros súper héroes, espera Pastores, hombres y mujeres, consagrados que sepan tender una mano, que sepan detenerse ante el caído y al igual que Jesús ayude a salir de ese círculo de masticar la desolación que envenena el alma”… “Así como Pedro, podemos pasar de una Iglesia abatida a una Iglesia servidora, estamos llamados a ser una Iglesia profética, que lavada de su pecado no tiene miedo de salir a servir a una humanidad herida. El reconocimiento sincero de nuestros límites, lejos de alejarnos de nuestro Señor, nos permite volver a Jesús, sabiendo que Él siempre puede, con su novedad renovar nuestra vida y nuestra comunidad y aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece, cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperarnos la frescura original del Evangelio brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovados significados para el mundo actual, que bien nos hace a todos dejar que Jesús nos renueve el corazón. Hoy vamos a renovar nuestro SÍ, con ganas, con pasión, queremos renovar nuestro Sí, pero con realismo porque estamos ya en la mirada de Jesús”
Antes de la bendición final, el Obispo hizo una mención especial al P. Benjamín Retamales que en mismo 28 de marzo celebró 26 años de sacerdocio y a los presbíteros José Prado Tolosa y Luis Fuentealba Sánchez, quienes el 27 de marzo, había celebrado 25 años de consagración sacerdotal.
Luego de cantar Regina Coeli, la columna de sacerdotes, diáconos y Ministros salió por la nave central de la Iglesia Catedral, en medio del cariño de su gente que desde distintos rincones de la Diócesis vinieron a acompañarles en esta hermosa ceremonia, que marca un renovado comenzar pastoral.
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