En vísperas de Fiesta de Nuestra Señora del Carmen, el sábado 15 de julio, 44 jóvenes Misioneros de la Universidad de Los Andes, acompañados por su capellán, el P. Sebastián Urruticoechea, sellaron su semana de misiones de invierno en la Capilla Espíritu Santo de Polcura, en la precordillera de la comuna de Longaví. Hasta allí llegaron motivados por el lema “Comprometidos con el Padre respondemos a su amor”.
Con una Eucaristía presidida por el Capellán y concelebrada por el P. Agustinus Saryanto, párroco de Longaví, la comunidad de Polcura, agradeció el trabajo que los jóvenes misioneros realizaron en los arreglos del salón y cocina de la Capilla, los que quedaron muy hermosos y acogedores. Así como también el visitar a las familias en sus hogares, llevando su alegría juvenil y de amistad con Jesús, traducido en gratos momentos de acogida y fraternidad, donde fueron recibidos con cariño y típicos regaloneos del campo chileno, con sabor a sopaipillas y tortillas de rescoldo.
Luego de la celebración eucarística, en la que el P. Sebastián destacó la importancia de la mediación de la Virgen María del Carmen, para llegar al corazón de Jesús, los jóvenes, junto a la comunidad llevaron cantando y en procesión la imagen de la Madre y Patrona de Chile, desde la capilla hasta el patio del Colegio que les albergó durante esta semana de Misión, allí rindieron homenaje con zapateadas cuecas y un rico compartir fraterno junto a los vecinos.
La Sra. Gloria Teresa Muñoz Gatica, animadora de la Capilla, agradeció a los misioneros y al padre Sebastián, señalando que sin duda “la alegría que ellos trajeron en días tan nublados, nos anima y devuelve la esperanza de fortalecer a nuestra comunidad, para que reanime su fe con gozo y compromiso”.
Por su parte los misioneros, jóvenes de diferentes carreras de la Universidad de Los Ándes, compartían su alegría al ser parte de este hermoso grupo “Los Forjadores de Los Ándes” que dio sus primeros pasos en 1996. Al concluir esta intensa semana compartían su experiencia de haber visitado a las familias en sus hogares, apoyado arduamente en la construcción y reparación de espacios comunitarios, así como de haber compartido su propia experiencia de fe y de encuentro con el Señor de la vida. Misioneros y misioneras coincidían en que regresan a sus actividades con la alegría de lo compartido, los lazos tejidos con cariño, aprendizaje y la satisfacción de sentirse forjadores de fe y portadores de esperanzas. Se van con la alegría de volver el próximo año, la comunidad ya les espera.
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